"La imposibilidad es la puerta que da entrada a lo sobrenatural. No queda más remedio que llamar a ella. Otro es el que abre". (Simone Weil).
Aqui estoy. He estado en el centro, es mi barrio. Llovia, como en todos sitios. Las calles, calle Larios, Granada, Especerias, desiertas; los comercios, cerrados; las cafeterías, vacias. Algunos paraguas y ropas de abrigo, desusadas en esta ciudad. Frio. Nadal habia ganado el "Abierto de Australia", pobre Federer -me comentan que soltó unas lágrimas-. Y, sin embargo, ¡qué lujo de platas, carmines, verdes profundos, por el aire¡ Todo se adelgaza.
Decia Marañon, sin ironia, que ser pobre era la única posibilidad de aristocracia que aún nos era posible.
Ver los arboles. Todo desasido , "perdidizo", menesteroso , despojado de galas...¿Será ésta la pobreza que se nos pide para entrar en el Reino de los Cielos? ¿Así de ricos? Esta lluvia que nos recuerda que todos somos uno.Tan sólo ser como sabe hacerlo ella: mansos y pacíficos. Sólo desde ahí se puede dar, sin que nunca falte. ¡Si lloviera también por dentro¡
Aqui estoy. He estado en el centro, es mi barrio. Llovia, como en todos sitios. Las calles, calle Larios, Granada, Especerias, desiertas; los comercios, cerrados; las cafeterías, vacias. Algunos paraguas y ropas de abrigo, desusadas en esta ciudad. Frio. Nadal habia ganado el "Abierto de Australia", pobre Federer -me comentan que soltó unas lágrimas-. Y, sin embargo, ¡qué lujo de platas, carmines, verdes profundos, por el aire¡ Todo se adelgaza.
Decia Marañon, sin ironia, que ser pobre era la única posibilidad de aristocracia que aún nos era posible.
Ver los arboles. Todo desasido , "perdidizo", menesteroso , despojado de galas...¿Será ésta la pobreza que se nos pide para entrar en el Reino de los Cielos? ¿Así de ricos? Esta lluvia que nos recuerda que todos somos uno.Tan sólo ser como sabe hacerlo ella: mansos y pacíficos. Sólo desde ahí se puede dar, sin que nunca falte. ¡Si lloviera también por dentro¡
Sólo el instante es presencia de eternidad , lo raro es que lo extraviemos.
"Es un malentendido afirmar que la tristeza está al alcance de todo el mundo". ( E. Ciorán).
Así me decía en conversación Guillermo Aguilera...
Y así escribí para él el día del tornado en Málaga.
GA, el penúltimo santo.
Ga nace por mandato divino al cruce coordenado del tiempo con el décimo arco dando como resultado una infancia feliz y un crecimiento a lo alto. Hijo de legítimos ferroviarios, gozó del amor y del pan con chocolate. La familia numerosa le dio las pautas de la esplendidez mientras el economato no dejaba entrar al hambre en su casa aunque merodeaba insistentemente por su Perchel y el resto de las viejas maravillas malagueñas. El Peso de la Harina andaba por entonces medio vacío mientras la Trinidad era un pájaro cantor de estómago hueco. Eso sí, el hambre se llevaba tan dignamente que se crearon normas para la falta que bien se podrían recoger en las ordenanzas municipales vigentes. Cívicamente criado, es portador de una serie de respuestas a la vida; religiosamente convencido, es portavoz de todas ellas, así como de la palabra de sus ascendentes directos: María Zambrano y Unamuno. Yendo hacia atrás en el tiempo, lo es de Don Alonso Quijano, como bien dice mi madre, y, yendo hacia arriba, de Jesucristo, como dicen sus obras.
Ga sabe distinguir el color de la melancolía y, aunque guarda el secreto de su alquimia, con él nos pinta trajes a los cercanos creyentes vistiéndonos de desnudez. Sabe escuchar a cada uno de los privilegiados parroquianos desde su celosía de cristal, mientras recoge su espada toledana recién sacada de los yunques del alambique.
Va con mi abrazo fraternal, Guillermo.
Ga sabe distinguir el color de la melancolía y, aunque guarda el secreto de su alquimia, con él nos pinta trajes a los cercanos creyentes vistiéndonos de desnudez. Sabe escuchar a cada uno de los privilegiados parroquianos desde su celosía de cristal, mientras recoge su espada toledana recién sacada de los yunques del alambique.
Va con mi abrazo fraternal, Guillermo.