lunes, 28 de diciembre de 2009
domingo, 27 de diciembre de 2009
MIRANDO TRAS EL CRISTAL
“¿Por qué todo es infancia?”
Claudio Rodríguez
Claudio Rodríguez
Oh, rotunda, inmediata ocasión de ser niño,
montañosas maneras de ser padre del todo,
¿por qué no haces bajar de su agreste modestia
a la volada estrella de todos mis pesares
y a las blancas canciones de toda mi alegría?
Acaecido así, cantaré con los niños
en la iglesia del vino y en la leña de encina,
juntados los fragmentos del espejo de plata
donde un día, en el bosque, se miró el unicornio.
Haz, Señor, que desciendan hoy en forma de nieve,
nuestra dulce Señora en su barca de muérdago,
las flautas y rebaños, por las brumas del valle,
y al luminoso infante, que es cordero y es Dios.
Tras el cristal mirando, nos hallarás despiertos,
inocentes y dueños de la piña de oro.
Juan Miguel González
Málaga. Navidad de 2009
viernes, 25 de diciembre de 2009
INFANCIA PERDURABLE, de Juan Miguel González del Pino
(Canción de Navidad)
¿Cómo abrirán las breñas
sus manantiales salmos,
si están los montes secos
y sin pastor los prados?
¿Cómo alzarán los valles
sus matinales brumas,
si a las dormidas fuentes
no despertó la lluvia?
De ti, niñez, no queda
más que esta pura nieve
cayendo en las menudas
canciones de Diciembre.
morir la dulce infancia,
con cuánto amor nos llama?
Juan Miguel González
Navidad de 2009
Fotos de Archivo FeM
jueves, 3 de diciembre de 2009
SOBRE EL SALADO TIEMPO, de Pilar Bugella Traver
Sobre el salado tiempo
toda la luna se florece,
se abre de palabras y de gritos,
de preguntas ávidas de respuestas.
Sobre los aleros
juega la plata alegre
de un solsticio engalanado.
¡Ay! del corazón que no lo sienta
o reprima el gozo de oírlo.
Cielo arriba corre el agua,
desde la tierra a él, mana sin esfuerzo;
polvo y brillo, van bajando las estrellas
como lluvia de silencio bien hablante.
si el oído está cerrado
y la boca se declara sin palabras.
Pilar Bugella
Fotos de Archivo FeM
sábado, 14 de noviembre de 2009
CONVERSACIONES CON GUILLERMO AGUILERA
"La imposibilidad es la puerta que da entrada a lo sobrenatural. No queda más remedio que llamar a ella. Otro es el que abre". (Simone Weil).
Aqui estoy. He estado en el centro, es mi barrio. Llovia, como en todos sitios. Las calles, calle Larios, Granada, Especerias, desiertas; los comercios, cerrados; las cafeterías, vacias. Algunos paraguas y ropas de abrigo, desusadas en esta ciudad. Frio. Nadal habia ganado el "Abierto de Australia", pobre Federer -me comentan que soltó unas lágrimas-. Y, sin embargo, ¡qué lujo de platas, carmines, verdes profundos, por el aire¡ Todo se adelgaza.
Decia Marañon, sin ironia, que ser pobre era la única posibilidad de aristocracia que aún nos era posible.
Ver los arboles. Todo desasido , "perdidizo", menesteroso , despojado de galas...¿Será ésta la pobreza que se nos pide para entrar en el Reino de los Cielos? ¿Así de ricos? Esta lluvia que nos recuerda que todos somos uno.Tan sólo ser como sabe hacerlo ella: mansos y pacíficos. Sólo desde ahí se puede dar, sin que nunca falte. ¡Si lloviera también por dentro¡
Aqui estoy. He estado en el centro, es mi barrio. Llovia, como en todos sitios. Las calles, calle Larios, Granada, Especerias, desiertas; los comercios, cerrados; las cafeterías, vacias. Algunos paraguas y ropas de abrigo, desusadas en esta ciudad. Frio. Nadal habia ganado el "Abierto de Australia", pobre Federer -me comentan que soltó unas lágrimas-. Y, sin embargo, ¡qué lujo de platas, carmines, verdes profundos, por el aire¡ Todo se adelgaza.
Decia Marañon, sin ironia, que ser pobre era la única posibilidad de aristocracia que aún nos era posible.
Ver los arboles. Todo desasido , "perdidizo", menesteroso , despojado de galas...¿Será ésta la pobreza que se nos pide para entrar en el Reino de los Cielos? ¿Así de ricos? Esta lluvia que nos recuerda que todos somos uno.Tan sólo ser como sabe hacerlo ella: mansos y pacíficos. Sólo desde ahí se puede dar, sin que nunca falte. ¡Si lloviera también por dentro¡
Sólo el instante es presencia de eternidad , lo raro es que lo extraviemos.
"Es un malentendido afirmar que la tristeza está al alcance de todo el mundo". ( E. Ciorán).
Así me decía en conversación Guillermo Aguilera...
Y así escribí para él el día del tornado en Málaga.
GA, el penúltimo santo.
Ga nace por mandato divino al cruce coordenado del tiempo con el décimo arco dando como resultado una infancia feliz y un crecimiento a lo alto. Hijo de legítimos ferroviarios, gozó del amor y del pan con chocolate. La familia numerosa le dio las pautas de la esplendidez mientras el economato no dejaba entrar al hambre en su casa aunque merodeaba insistentemente por su Perchel y el resto de las viejas maravillas malagueñas. El Peso de la Harina andaba por entonces medio vacío mientras la Trinidad era un pájaro cantor de estómago hueco. Eso sí, el hambre se llevaba tan dignamente que se crearon normas para la falta que bien se podrían recoger en las ordenanzas municipales vigentes. Cívicamente criado, es portador de una serie de respuestas a la vida; religiosamente convencido, es portavoz de todas ellas, así como de la palabra de sus ascendentes directos: María Zambrano y Unamuno. Yendo hacia atrás en el tiempo, lo es de Don Alonso Quijano, como bien dice mi madre, y, yendo hacia arriba, de Jesucristo, como dicen sus obras.
Ga sabe distinguir el color de la melancolía y, aunque guarda el secreto de su alquimia, con él nos pinta trajes a los cercanos creyentes vistiéndonos de desnudez. Sabe escuchar a cada uno de los privilegiados parroquianos desde su celosía de cristal, mientras recoge su espada toledana recién sacada de los yunques del alambique.
Va con mi abrazo fraternal, Guillermo.
Ga sabe distinguir el color de la melancolía y, aunque guarda el secreto de su alquimia, con él nos pinta trajes a los cercanos creyentes vistiéndonos de desnudez. Sabe escuchar a cada uno de los privilegiados parroquianos desde su celosía de cristal, mientras recoge su espada toledana recién sacada de los yunques del alambique.
Va con mi abrazo fraternal, Guillermo.
sábado, 10 de octubre de 2009
EL ESPEJISMO DEL TRIGO
Mi corazón, latiendo ya a fuerza de limones, se desdobla en el dulce espejismo de la mañana de enero marceado, con todo el dolor del mundo diluido en azahares. Capricho es de la propia naturaleza la fuerza de torrente de mis lágrimas, no de mi voluntad. No debiera haber motivo de llanto si hay aliento. El vaho del espejo dice de mi existencia tanto o más que el poema recogido del rocío eterno. Ambos soy: agua. Aguarena también podría ser el nombre de mi alma. La descubrí de niña, estaba en el horizonte iluminado ante el espejismo de los campos de Monte, cerca de los Arcos de Zapata, antes de tomar tierra algún avión allí, donde los nogales y las alcachofas estaban desde siempre. Recién estrenada, se bautizó entre los charcos de la Realenga y la Haza Honda, enjaezada con vinagretas amarillas. Creció en la duda y en la generosidad de la luz del sol y del trueno y se desdobló, al fin, en amor y pena. Vivió y vive dentro de la Misericordia.
El corazón gritando y el alma afilando lápices me otorgaron el más preciado espejismo: la palabra. El modo de expresión y de contacto más profundo, directo y prolongado de cuantos hayamos disfrutado los herederos del paraíso. Un mágico doblez caprichosamente humano Desconocía su alcance cuando pronuncié, enviando besos, con mis recientes labios: agua, papá, mamá y pan.
Ya en Babel adivinaba algo pero lo había olvidado. Hizo falta ir a la alberca a volar las libélulas y oler la primavera dos o tres veces para saber qué había puesto en mi boca la dulzura divina. Necesité un babero blanco y un libro de K. Ito para poner a prueba mi memoria, sufrir el desgarro de la dentera y emborrizarme de tiza para coger su pulso. Un perfume a libreta fue impregnando mi infancia y apareció en el corazón de mi diestra la jorobilla del lápiz. Ya toda mi pasión era de celulosa; ya todos los colores eran alpinos. Pupitre, regla, goma, mi sitio y mi cartera. Oraciones y refranes fui guardando en un estuche de dos pisos. Rellené adolescentes cuadernos con trazos de bic azul marino.
Nada me dijo tanto como el libro contado. Creía en la palabra mucho más que en el viento, mucho más que en la implícita sombra que me siguió en la comba. Amé leyendo versos y maquillé mis ojos de churretes de mina.
Había que dejar que llegaran los cánticos de mayo con el verso escondido entre sus llamanovios. Después vino la rosa tal cual era.
La noche, inmaculada de astros antiquísimos, espejismo oscuro del sol, es el divino abono de la palabra escrita, la luzbel del poema, farola de mi sueño, recogimiento alado del más breve y eterno instante. En ellas, desdoblada, mi alma. En ella, noche y palabra, se reparten la razón de mi aliento. Amapola nocturna. Espejismo del trigo.
Mariví VerdúEl corazón gritando y el alma afilando lápices me otorgaron el más preciado espejismo: la palabra. El modo de expresión y de contacto más profundo, directo y prolongado de cuantos hayamos disfrutado los herederos del paraíso. Un mágico doblez caprichosamente humano Desconocía su alcance cuando pronuncié, enviando besos, con mis recientes labios: agua, papá, mamá y pan.
Ya en Babel adivinaba algo pero lo había olvidado. Hizo falta ir a la alberca a volar las libélulas y oler la primavera dos o tres veces para saber qué había puesto en mi boca la dulzura divina. Necesité un babero blanco y un libro de K. Ito para poner a prueba mi memoria, sufrir el desgarro de la dentera y emborrizarme de tiza para coger su pulso. Un perfume a libreta fue impregnando mi infancia y apareció en el corazón de mi diestra la jorobilla del lápiz. Ya toda mi pasión era de celulosa; ya todos los colores eran alpinos. Pupitre, regla, goma, mi sitio y mi cartera. Oraciones y refranes fui guardando en un estuche de dos pisos. Rellené adolescentes cuadernos con trazos de bic azul marino.
Nada me dijo tanto como el libro contado. Creía en la palabra mucho más que en el viento, mucho más que en la implícita sombra que me siguió en la comba. Amé leyendo versos y maquillé mis ojos de churretes de mina.
Había que dejar que llegaran los cánticos de mayo con el verso escondido entre sus llamanovios. Después vino la rosa tal cual era.
La noche, inmaculada de astros antiquísimos, espejismo oscuro del sol, es el divino abono de la palabra escrita, la luzbel del poema, farola de mi sueño, recogimiento alado del más breve y eterno instante. En ellas, desdoblada, mi alma. En ella, noche y palabra, se reparten la razón de mi aliento. Amapola nocturna. Espejismo del trigo.
Foto de Pedro Durán para Archivo FeM
martes, 8 de septiembre de 2009
AZOGUES MALAGUEÑOS, por Pilar Bugella y Mariví Verdú
I
Esta tarde el espejo me ha mirado y me encuentro en la otra que me mira. De sopetón mis años en su azogue. Tanto siento al mirarte en la Bahía, Málaga de los búsanos oscuros, la de perfiles griegos azulinos y de siempre y por siempre igual de viva, tan bañada de añil y agua nocturna, indiferente, eterna vieja virgen, tan experta en silencios y sonidos, hecha para cantar, recién creada. Cambiaron, por acacias, jacarandas, y los llorones blancos por los lilas. Desnuda te camino por la arena dorada por la luz, plata de sombra. La Málaga de Dios y el Paraíso, es de todos y a mí me pertenece. Cuando ya le he devuelto tantas cosas ella sigue obstinada en guardar algo, soles por las esquinas y rincones y un aire respirado desde niña. Nadie que te conozca se habrá ido, te intuye cualquier nombre para el gozo. Las luces que desprendes son las mismas, las del génesis claro, día primero.
II
No hay tiempo de ser nadie, tan sólo ser tú mismo te lleva tantos años…. Ha pasado de largo mi sombra por el parque. Los alhelíes quedan para la melancolía. Toda la mar enfrente y todo cielo el día son para las palomas. No he nada nuevo, ebullición y obra en circuito perenne. El sol va perfilando tu silueta de sombra, el palmeral erguido, los plátanos de luz. Cada rincón se obstina en olvidar la historia y emerge del silencio la eterna caracola. Nunca tuviste nombre distinto a primavera. Con tu púrpura vistes los dioses diluidos. Por las huertas y el río han nacido los hombres y los tristes caminos que fueron alameda. Caída desde el cielo buscabas horizonte y jábegas, testigos de pura infinitud. Copo grande tu brillo, tu vida y tu costumbre. Málaga, toda tierra, toda mar, trepadora, de perfume y de sombras, y confundida en ella me elevo con su brisa.
Pilar Bugella Traver y María Victoria Verdú González, al alimón.
Foto Archivo FeM
Agosto de 2006.
II
No hay tiempo de ser nadie, tan sólo ser tú mismo te lleva tantos años…. Ha pasado de largo mi sombra por el parque. Los alhelíes quedan para la melancolía. Toda la mar enfrente y todo cielo el día son para las palomas. No he nada nuevo, ebullición y obra en circuito perenne. El sol va perfilando tu silueta de sombra, el palmeral erguido, los plátanos de luz. Cada rincón se obstina en olvidar la historia y emerge del silencio la eterna caracola. Nunca tuviste nombre distinto a primavera. Con tu púrpura vistes los dioses diluidos. Por las huertas y el río han nacido los hombres y los tristes caminos que fueron alameda. Caída desde el cielo buscabas horizonte y jábegas, testigos de pura infinitud. Copo grande tu brillo, tu vida y tu costumbre. Málaga, toda tierra, toda mar, trepadora, de perfume y de sombras, y confundida en ella me elevo con su brisa.
Pilar Bugella Traver y María Victoria Verdú González, al alimón.
Foto Archivo FeM
Agosto de 2006.
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