Por el viejo pueblo
la tarde pasea
con un paso lento
que deja su huella
en los soportales
donde el musgo cuelga
la historia del tiempo
que, aterido, reza.
La voz de la tarde,
rosa amarillenta,
dice por las calles
silenciosas quejas.
Luego, por el río,
su murmullo queda
temblando en el agua
que siempre se aleja.
Atardece en nublos,
luces de tormenta.
No cesa la lluvia
allá por la sierra
descuajando nieves
oscuras de Béjar
y dejando al pueblo
su cristal de piedra.
Y aquí, por los verdes
claros de la hierba,
se escarcha el silencio:
flor de la dehesa,
pagos de la rosa,
peonías tiernas,
las calthas del agua,
la añosa fresneda…
¡regatos floridos
de la primavera!
Suenan las campanas
y las cascabelas
dejando en el aire
tan sutil tristeza.
La tarde se ha ido
cantando, serena,
y su azul verdoso
envuelve la tierra.
Calzadas, atajos,
paseos y veredas,
márgenes del río
con ambas sus sendas;
robledales serios
y tristes saucedas
se van despidiendo…
la noche se acerca.
Los últimos pájaros
sobre el cielo vuelan.
Se ensombrecen juncias,
chopos, pasaderas…
Los arcos del puente
sus párpados cierran
mientras las tenadas
atrancan sus puertas.
¡Ay, cristal del río
donde el cielo abreva,
que se fue la tarde,
que la luz se lleva!…
Déjame en los ojos
toda la belleza
que corre en tus aguas,
que verdea tu dehesa,
que a Horcajo me traen,
que a Horcajo me llevan.
Del libro "Los cuatro estados del agua",
de Mariví Verdú
Publicado en el V Certamen de Poesía "Antonia Pérez Alegre".
Fundación Espejo. La Busca Edicions. (Barcelona 2010).
© Fotos y texto, Mariví Verdú
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