el dormitorio te extraña,
no se acomodan los muebles nuevos,
como si el lugar no les fuera propio
y el ayer, dibujándose en el cúbico espacio,
viniera a incomodarlos.
¿Qué más dan tus doce años de ausencia
ni el remolino que aniquila
nuestra casa desde entonces?
Nuestro cuarto tiene tu alma;
por más que pinte las paredes
despiden tu aroma
y el vaho de tu aliento empaña los cristales
las noches de frío.
No quiero importunarte,
paso mis sueños en el sofá de la sala.
Apenas abro la puerta,
no sea que se rompa el milagro.
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