Quisiera ser creyente
para verte en la gloria,
para decir tu nombre con labios de esperanza,
como repite el mundo
sin saber lo que dice
relegando el presente al cielo prometido
(donde busca la plaza
reservada a su nombre
y que a nadie daría si llegara el momento).
Porque todo es mentira
y la gente es tan pobre...
No me fío del llanto, no quiero plañideras
en el reino del morbo
y de la hipocresía
solo quieren teatro: qué nos coman las fieras.
La gran verdad es otra,
es soledad y miedo
y un estúpido orgullo de rey de lo creado
que no admite la vida
como un todo, un milagro
que nos pone al humano a ras de las hormigas.
Y nadie reflexiona
que toda muerte es propia,
que se muere un pedazo de nuestro mismo espejo.
Se van de funerales
lo mismo que de bodas
como si doña muerte no les rozara apenas.
Así camina el mundo,
en su fiesta perenne,
y entre lágrima y risa no media una palabra.
Pero yo me he bajado
al borde del infierno
y os juro que está cerca, en el muro, en la playa.
La muerte no nos pone
en un lugar de honor
que a la postre ocupamos el rincón del olvido.
Tú te llamaste un día
pero ya no te llamas,
casi no nos da tiempo de aprender nuestro nombre.
Mis ojos son los ojos
de miles de criaturas
que vinieron a algo que no supieron qué.
Y por eso esta tarde
de finales de enero
observando la vida bajo el almendro en flor
el pedazo de cielo
que tengo, el que me dieran,
se lo doy muy gustosa a cualquier inocente.
Con mi más tierno abrazo
al héroe y al caído
que entre los dos se encuentra mi exiguo corazón.
Ilustración de Eduardo Salles (México, 1987), diseñador, ilustrador, escritor, publicista y estudioso de la cultura pop. Creador de Cinismo Ilustrado, un popular sitio donde sube
ilustraciones críticas y diseños contra la humanidad, todo de su
autoría.
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