"Yo nunca os aconsejaré que escribáis nada, porque lo importante es hablar
y decir a nuestro vecino lo que sentimos y pensamos.
Escribir, en cambio, es ya la infracción de una norma natural
y un pecado contra la naturaleza de nuestro espíritu.
Pero si dais en escritores,
sed meros taquígrafos de un pensamiento hablado.
Y nunca guardéis lo escrito.
Porque lo inédito es como un pecado que no se confiesa
y se nos pudre en el alma,
y toda ella la contamina y corrompe.
Os libre Dios del maleficio de lo inédito".
Antonio Machado del libro "Juan de Mairena"
miércoles, 21 de noviembre de 2018
domingo, 18 de noviembre de 2018
NARCISO, por Pilar Bugella Traver
Pensó que se amaba y era cierto,
pensó que se sentía y también lo era,
pensó que era vuelo en el filo del verso
o qué ganaría más hermoso
que el propio hecho de serlo.
Pensose, sí, a sí mismo ¡oh, efebo!
¡oh lumbre de su universo henchido
mirándose ufano en todos los espejos!
y vio, de pronto, cómo en todos se rompía,
cómo se caía su reino, flácido orgullo,
al paso implacable de los años.
Fue un destello, fue un instante...
y tragóselo su ombligo.
20 de octubre de 2018
Pilar Bugella Traver
pensó que se sentía y también lo era,
pensó que era vuelo en el filo del verso
o qué ganaría más hermoso
que el propio hecho de serlo.
Pensose, sí, a sí mismo ¡oh, efebo!
¡oh lumbre de su universo henchido
mirándose ufano en todos los espejos!
y vio, de pronto, cómo en todos se rompía,
cómo se caía su reino, flácido orgullo,
al paso implacable de los años.
Fue un destello, fue un instante...
y tragóselo su ombligo.
20 de octubre de 2018
Pilar Bugella Traver
QUÉ MÁS QUISIERA YO..., por Mariví Verdú
Perfuman sutilmente las violetas
y hay un tímido sol allá en el patio
que acrecienta los verdes del romero
aclarando sus flores
Tras la lluvia
la tierra más estéril da sus frutos,
dan zumo los limones, las naranjas
y hay un rojo reguero de madroños
para el dulce delirio de los pájaros
que cantan, embriagados, a la vida.
No cantar a la vida es un pecado,
no hacer lo que se sabe, agradecida...
Yo no sé bien qué hacer y lo que hago
es tan solo una estampa del momento.
Quién pudiera cantar, cantar bien alto...
Qué más quisiera yo
parecerme al jilguero,
al ruiseñor...
El Garitón, 17 de noviembre de 2018
Mariví Verdú
sábado, 17 de noviembre de 2018
LA VIDA YA NO ES MÁS QUE UNA PALABRA, por Mariví Verdú
La vida ya no es más que una palabra.
Todo lo que antes fui soy del olvido,
-carne amarga que un día fuera rosa-
mas... hay un rastro de mi que dejo escrito
por si la flor pudiera ser de nuevo
con el hilo que enhebre un alma pura.
Qué regrese la rosa en otros labios,
ya sin mi, para siempre, mi palabra.
El Garitón,
17 de noviembre de 2018
De Mariví Verdú
para Ida Vitale, espejo claro.
Mujer digna de alabanza.
Todo lo que antes fui soy del olvido,
-carne amarga que un día fuera rosa-
mas... hay un rastro de mi que dejo escrito
por si la flor pudiera ser de nuevo
con el hilo que enhebre un alma pura.
Qué regrese la rosa en otros labios,
ya sin mi, para siempre, mi palabra.
El Garitón,
17 de noviembre de 2018
De Mariví Verdú
para Ida Vitale, espejo claro.
Mujer digna de alabanza.
jueves, 15 de noviembre de 2018
BARI, por Mariví Verdú
Mi corazón en Bari.
No hubo más tiempo que un leve atardecer.
Tan eterno y preciso fue mi encuentro con Bari:
amarla, idealizarla, intuirla sencilla,
finamente grandiosa como el canto de un pájaro
y entregarme a su sombra.
Todo fue presentido en noches de nostalgia
cuando el pecho dolía por la palabra amor,
cuando un sueño volaba sobre el cielo infinito.
Oh delicado corazón de Doménico,
flor de la melodía en días de arco iris...
Cuánto lloraban las niñas guitarras
con la voz dulce y cavernosa de Nicola
que teñía de azul la cara gris del mundo...
Oh Bari, oh música marítima,
oh, reliquia del aire,
del mar, del cielo claro:
un silencio de luz rueda por tu llanura.
Desde tus bellas torres y alminares
no me dijiste adiós sino hasta siempre
susurrándome amores al oído.
Mariví Verdú
1 de julio de 2018
miércoles, 14 de noviembre de 2018
SER MUJER ES COMO SERLO TODO, de Mariví Verdú
El ser mujer es como serlo todo,
hasta ser invisible muchas veces...
es dar la vida mientras envejeces
y estar feliz así: de cualquier modo.
Sirviendo a la familia y sobre todo
estar compuesta siempre que apareces,
-la sociedad rebosa de sandeces
exigiendo lucir sobre su lodo-.
Siempre fuimos sostén de nuestra casa,
sin hora de empezar ni dar de mano,
enfermeras de guardia, economistas,
un reloj que adelanta igual que atrasa
para ofrecer un esfuerzo sobrehumano
mientras tengas salud, mientras resistas.
M. Verdú 25-1-2018
hasta ser invisible muchas veces...
es dar la vida mientras envejeces
y estar feliz así: de cualquier modo.
Sirviendo a la familia y sobre todo
estar compuesta siempre que apareces,
-la sociedad rebosa de sandeces
exigiendo lucir sobre su lodo-.
Siempre fuimos sostén de nuestra casa,
sin hora de empezar ni dar de mano,
enfermeras de guardia, economistas,
un reloj que adelanta igual que atrasa
para ofrecer un esfuerzo sobrehumano
mientras tengas salud, mientras resistas.
M. Verdú 25-1-2018
domingo, 4 de noviembre de 2018
jueves, 1 de noviembre de 2018
SIEMBRA VIOLETAS, por Mariví Verdú
siembra violetas.
Cuando la tarde desfallezca temprano
y arda en el monte,
del sol, la despedida,
abre un surco en la tierra
y déjate caer como simiente.
Cuando renazcas,
ya con vida o en ella,
ya fueras tú, con voz y pensamientos,
o hubieras trascendido al ciclo verde,
sé pájaro, sé flor, sé tu palabra
y déjate vivir agradecida.
Mariví Verdú, 20 de agosto de 2018
jueves, 2 de agosto de 2018
MALAGUEÑA (Desde la albura)
Hace un año que tomé esta foto. Fue un regalo, como todos los amaneceres que vivo y disfruto desde este altozano. La paloma descansa en el farol de mi casa mientras observa, como yo, la salida del sol que hace todo lo demás, o sea, poesía pura, luz y sombra.
Yo no sé como sería
mi vida de no haber sido
la paloma mal herida
que nunca encontró su nido
y siempre anduvo perdida.
La malagueña la escribí hace cinco años. Vigente, claro está, hasta que no se demuestre lo contrario.
* A mis amigos, especialmente a los de Mar del Plata: Fabián y Gisela.
sábado, 28 de julio de 2018
HOY QUIERO SER ALMENDRO, de Mariví Verdú
Porque me necesito
hay veces que me pierdo
en mitad de la historia
y me retiro al huerto.
Tengo pocos olivos
y muchos sufrimientos
que, con pensar un poco,
me salen al encuentro.
Me hace falta estar sola,
apenas con mi cuerpo
y este espíritu mío
al que voy conociendo.
Sesenta y cinco años
llevamos discutiendo.
A veces sin hablarnos,
llegamos a un acuerdo
siempre tras de un desastre
con el amor por medio:
razón y corazón
llegan a poco arreglo.
Y así, por temporadas,
quitándome de en medio
doy tregua a los disgustos
que entre los dos mantengo.
¿Quién podrá castigarme
por mirar hacia dentro,
por buscar en la honda
tristeza de mi pecho
algún rastro que diga
que soy yo, que no he muerto,
que es la misma persona
que vivía entre versos?
la que se condolía
con el dolor ajeno
como si fuera propio
y sintiera en sus huesos
la carga de la vida
lastrando los recuerdos.
Aquella que era antes
no sé si sigo siendo:
memoria, risa y llanto
que persiste en el tiempo.
Por todo lo que he sido
hoy quiero ser almendro
y quedarme entre pájaros
escuchando el silencio.
28 de julio de 2018, Mariví Verdú
hay veces que me pierdo
en mitad de la historia
y me retiro al huerto.
Tengo pocos olivos
y muchos sufrimientos
que, con pensar un poco,
me salen al encuentro.
Me hace falta estar sola,
apenas con mi cuerpo
y este espíritu mío
al que voy conociendo.
Sesenta y cinco años
llevamos discutiendo.
A veces sin hablarnos,
llegamos a un acuerdo
siempre tras de un desastre
con el amor por medio:
razón y corazón
llegan a poco arreglo.
Y así, por temporadas,
quitándome de en medio
doy tregua a los disgustos
que entre los dos mantengo.
¿Quién podrá castigarme
por mirar hacia dentro,
por buscar en la honda
tristeza de mi pecho
algún rastro que diga
que soy yo, que no he muerto,
que es la misma persona
que vivía entre versos?
la que se condolía
con el dolor ajeno
como si fuera propio
y sintiera en sus huesos
la carga de la vida
lastrando los recuerdos.
Aquella que era antes
no sé si sigo siendo:
memoria, risa y llanto
que persiste en el tiempo.
Por todo lo que he sido
hoy quiero ser almendro
y quedarme entre pájaros
escuchando el silencio.
28 de julio de 2018, Mariví Verdú
lunes, 2 de julio de 2018
NUNCA MIS PIES PISARÁN ÍTACA, de Mariví Verdú
Fue una tarde
del tiempo azul de julio.
Con los brazos abiertos
me eché al aire, desnuda, desarmada,
invocando a la tierra
y al cielo luminoso,
con mi media docena de sentidos,
a Ponto, abandonados.
Hecha toda al latido del silencio,
voluntad de vivir sola entre lágrimas,
volé sufriendo y me encontré un presente:
el sol cayendo al agua
de la sabiduría.
Cegadora la luz de Kefalonia
y la sangre de Ulises
y el perfume de oro de Kavafis.
Todo pasó sin más mientras Apolo
me enseñaba los ojos de la noche
bajo el arco de plata.
Prisionera de amor,
luna de Argostoli,
divisando la aurora, fin dichoso,
solitario camino de la vida...
Nunca mis pies pisaran Itaca
pero estuve tan cerca...
Mariví Verdú, casi rozando Ítaca.
del tiempo azul de julio.
Con los brazos abiertos
me eché al aire, desnuda, desarmada,
invocando a la tierra
y al cielo luminoso,
con mi media docena de sentidos,
a Ponto, abandonados.
Hecha toda al latido del silencio,
voluntad de vivir sola entre lágrimas,
volé sufriendo y me encontré un presente:
el sol cayendo al agua
de la sabiduría.
Cegadora la luz de Kefalonia
y la sangre de Ulises
y el perfume de oro de Kavafis.
Todo pasó sin más mientras Apolo
me enseñaba los ojos de la noche
bajo el arco de plata.
Prisionera de amor,
luna de Argostoli,
divisando la aurora, fin dichoso,
solitario camino de la vida...
Nunca mis pies pisaran Itaca
pero estuve tan cerca...
Mariví Verdú, casi rozando Ítaca.
miércoles, 30 de mayo de 2018
sábado, 17 de marzo de 2018
A GUILLERMO AGUILERA CORTÉS, IN MEMORIAM, de su amiga Mariví Verdú
Ayer se despidió del mundo Guillermo Aguilera Cortés. Con sesenta y un
años recién cumplidos ha muerto uno de mis mejores amigos, una gran
persona a la que consideré un hombre de verdad. Hoy quiero honrar su
memoria con mis palabras agradeciendo en ellas lo que de bueno fuimos
capaces de sacarle a la vida, recordar su dignidad, ser agradecida por
todo lo que su conocimiento y sus manos mejoraron; volver a la tristeza
que tantas veces compartimos, regresar al dolor que siempre quisimos
fuera consolado, un dolor que fue mucho, dolor universal que algunas
veces, ante la impotencia asumida, ahogábamos en lo hondo de alguna que
otra madrugada usando la facultad de la palabra, desbordados de ideas y
deseando arreglar este desaguisado que sufrimos en nuestro planeta y que
él ponía siempre en manos de Dios. Guillermo estuvo presente en los
peores momentos de mi vida y supo decir el verbo correcto y el predicado
que más consolaba. Porque la amistad se trata de eso, precisamente de
eso, de andar el camino en el mismo sentido buscando ser mejores, de
hacer de la compañía un momento sagrado y del camino un motivo para la
salvación a la que en el fondo aspiramos y que tan negada se nos ofrece a
los seres pensantes. Siempre me alegré de su fe y puedo confesar que a
veces tuve envidia de tanto convencimiento.
Ayer, al volver del tanatorio, sentí la necesidad de buscar entre los
recuerdos y cogí su libro de poemas titulado “Los adioses” (una belleza,
por cierto, publicada por el Ateneo de Málaga), leí algunos y me
emocioné mucho recordando que la gran mayoría de ellos los escribió en
El Garitón durante el tiempo que pasó como invitado en mi casa;
fotografié sus colaboraciones en la revista “Calle del Agua”, una
publicación que con tanto cariño dimos a luz y en la que, tanto él como
Pilar Bugella, tuvieron un papel muy especial; saqué sus dibujos de
Silos -aún le recuerdo transfigurado al regreso de su estancia en el
monasterio-; recopilé las últimas fotos, la viejas fotos, muchísimas
fotos paseando por Málaga, en actos literarios, fiestas flamencas,
exposiciones de amigos con Rafael Alvarado, Antonio Ayuso, Paco
Chaves... en Comares con Paco Parra, en las fiestas de Antonio Arjona,
en el local que compartió con Juan, otro buen amigo, amante de la
madera, que se fue unos años antes que él... Ay, me quedo sin aliento.
He sentido bastante el no haber visitado a Guillermo en el hospital y
ahora me pesa doblemente. El invierno ha sido muy crudo también para mí y
he estado oyendo mi pecho demasiado, cuidándome esta asfixia que me
acerca a Guillermo más todavía. Ha padecido cáncer de pulmón y me
consta que ha sido consciente hasta última hora, organizando su
despedida en solo tres meses, desde que le dieron el diagnóstico hasta
ayer que todo fue consumado. Su lucidez, su toma de decisiones hasta
última hora, me la corroboró la madre de sus hijos, María José, la mujer
amiga y compañera que estuvo siempre al tanto de su mejor legado: sus
hijos, Ada y Guillermo, a quienes me consta que amaba profundamente y de
quienes se sentía satisfecho y orgulloso. La verdad es que sentí mucho
consuelo teniéndolos cerca y asumiendo su muerte junto a ellos. La
ansiedad no me llevó al bar ni a la calle y me senté lo más cerca
posible de mi amigo para hacer lo que más nos gustaba hacer: hablar.
Aunque creo que hablé demasiado. Hoy, más serena, quiero transmitirles a
los tres mi más sentido pésame. El tiempo siempre es pasado y me duele
que Guillermo esté solo en nuestra memoria de aquí en adelante.
Nacido en el desaparecido Barrio del Perchel, en el número diez de Calle Arco, era hijo de ferroviario y miembro de una familia numerosa que le dio las pautas de la esplendidez. Me contó muchas cosas de su infancia, historia dignas de recogerse en un perfecto manual de civismo, en un libro titulado la dignidad de las penurias. A pesar de que eran tiempos de hambre, el economato no la dejaba entrar en su casa aunque merodeaba insistentemente por su barrio y el resto de las viejas barriadas malagueñas. Yo venía también de una de ellas, de extrarradios, y significó mucho en nuestras vidas el cambio de domicilio provocando aquella entrada triunfal en la Plaza del Fuerte. Fuimos vecinos desde los años sesenta, ambos vivíamos en el mismo patio, en el de los nones. Ya de mayores, por mi negocio familiar, tuve la suerte de conocer y hacerme amiga de su madre, Pilar, y de su hermana Pili, dos grandes pilares de su vida. Y aunque cada uno había vivido su juventud a su manera, junto a sus padres, amigos y parejas, conocíamos de nuestra existencia y a la hora de madurar nos volvimos a encontrar con circunstancias similares, con vidas paralelas en un Carranque en decadencia, dándonos la oportunidad de conocernos mejor y afianzando, por tanto, la amistad. Desde entonces creamos muchísimos recuerdos juntos, siempre en el tono más respetuoso y digno, como no podía ser de otra manera. Compartimos amigos: un grupo de escritores, poetas, pintores, filósofos, escultores... artistas todos con mucho que decir en el mundo de las Bellas Artes, gente que me consta que le echará de menos tanto o más que yo.
Guillermo, con quien tuve la suerte de compartir tantos momentos
importantes, tantas conversaciones únicas, sabía distinguir el color de
la melancolía, guardaba el secreto de una vieja alquimia del vino y los
parámetros de la sabiduría. Siempre supo ponernos un traje de domingo a
los incrédulos, vistiéndonos de desnudez, sacándonos el alma a relucir.
Escuchaba atentamente a cada uno de nosotros, privilegiados
parroquianos, tras su celosía de cristal -aunque lo que más le gustaba
era la predicación, los dilemas y la discusión sin fin-. Era todo un
guerrero incansable que recogía en la noche su espada toledana recién
sacada del yunque, se arrimaba al alambique y hacía su cruzada con el
único fin de salvarnos de la mediocridad. Fue un hombre de fe, una
persona íntegra que no parecía ser de este mundo, un mundo que pierde un
ser privilegiado, un talento con corazón, un cristiano antiguo
religiosamente convencido, portavoz de todas las respuestas en la
palabra de sus ascendentes directos: María Zambrano, Unamuno y Cristo.
Gracias, Guillermo, por salvarme del fuego aquellos muebles tan queridos, por dejarme las puertas de mis roperos como las paredes del corazón: de seda. Gracias por darle sentido al sufrimiento y por haberme contado cientos de historia que recuperaré en tu memoria. Seguiré escribiendo sobre la gente inmortal ¿te acuerdas? aquel día en La Anchoita mientras veíamos correr el diluvio...
Descansa en paz, amigo mío.
Gracias, Guillermo, por salvarme del fuego aquellos muebles tan queridos, por dejarme las puertas de mis roperos como las paredes del corazón: de seda. Gracias por darle sentido al sufrimiento y por haberme contado cientos de historia que recuperaré en tu memoria. Seguiré escribiendo sobre la gente inmortal ¿te acuerdas? aquel día en La Anchoita mientras veíamos correr el diluvio...
Descansa en paz, amigo mío.
Desde El Garitón, lugar que tanto te gustaba, con todo mi cariño.
Mariví Verdú.
He escogido como punto y final el poema número XIII de tus adioses.
Ven y dime, amor,
cómo se llama
esto que ahora
se ha abierto en mi costado,
esto que sabe a cordillera o río,
a metal acerado y no duele,
y se desliza y no puedo hacer nada,
que tal vez no quiera, y se aleja,
y consigo me lleva, y no duele.
Dime el nombre, dime
cómo me llamo ahora
para que alguien lo sepa
si me ve pasar.
Dime, amor mío, esto que
has puesto entre los dos,
esto que sangra y no duele.
Esto que me recoge desde el nacimiento,
esto que soy ahora cuando empiezo
a ver que no habrá más espejos.
LOS ADIOSES
Nº 5
Colección Plaza Mayor de Poesía. Ateneo de Málaga. Año 2009
Guillermo Aguilera
lunes, 12 de marzo de 2018
sábado, 3 de marzo de 2018
miércoles, 28 de febrero de 2018
lunes, 26 de febrero de 2018
miércoles, 31 de enero de 2018
jueves, 25 de enero de 2018
miércoles, 10 de enero de 2018
martes, 9 de enero de 2018
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