lunes, 30 de diciembre de 2019

Y EL AÑO ACABO EN LA CASA DE LAS ROSAS FLORECIDAS..., por Mariví Verdú

Mañana no voy a estar
para nadie, para nada,
solo para mi almohada,
buen sitio para pensar.
Voy a recapacitar
en las medidas que tome
y a ver cómo esto se come
porque nunca he sido vieja
y a mi vejez se empareja
la pena que reconcome.


Pocas fiestas he tenido
éste año que se fue,
en el que al menos viajé
a un lugar bien elegido
allá entre azules perdido
en el otro continente
donde muy probablemente
dejé un trozo de mi alma.
Allí fui buscando calma...
¡qué aroma dulce y caliente!

Y el año acabo en la casa
de las rosas florecidas
lamiéndome las heridas
de una pena que traspasa.
A veces no sé qué pasa
que quiero ser positiva
y se pone cuesta arriba
esta vida que me han dado
y me duele en el costado
por el hecho de estar viva.


Y sin embargo no quiero
dejar un poema oscuro
-es la verdad, os lo juro.
pero no sería sincero-.
Leyéndolo considero
que le falta una esperanza,
más fe, mayor confianza
para el nuevo año que viene
¡qué lo que falta lo llene
cualquier bienaventuranza!


Mariví Verdú
Víspera de Nochevieja 2019

viernes, 13 de diciembre de 2019

VIAJE A NINGUNA PARTE. Asila, Chefchaouen o la Sierra de Mijas Penibética, por Mariví Verdú


Algunas veces tengo que levantar
el vuelo, unir orillas
y en un batir de alas
hacer de lejanías
esa dulce experiencia del abrazo.
Hay dos momentos tristes:
uno, ese preciso instante cuando cierras
la puerta de tu casa
y te llevas el hueco de la paz
junto a las llaves.
El otro, cuando dices adiós
a la ternura de los ojos
que contigo disfrutan del paisaje,
cuando despides ese paisaje mismo
que se queda cerrado por tu ausencia
iluminado solo si le canto
o lo guardo en lo rosa del recuerdo.

Los momentos alegres
no son muchos,
siempre tienen que ver con el encuentro
de otras almas que buscan escaparse,
dejar el lastre opaco de lo absurdo
y esa pesada capa de rutina.
Pero somos los mismos donde estemos,
siempre somos espejos de otros hombres,
de cualquier ser humano extraviado.
Los momentos alegres son tan pocos...
No hay nada comparable a abrir
mi puerta, sentarme a meditar
que no he salido
por mar que haya cruzado,
por azules intensos que haya visto.
No salí de la casa de este mundo,
esa casa de Dios y la tristeza.

Viaje a Marruecos, diciembre de 2019